Recursos para desarrollar la inteligencia emocional desde casa
Las emociones nos acompañan desde nuestro primer día de vida hasta el último, siendo desde pequeños una expresión directa y honesta de nuestras necesidades. De este modo, el bebé llora cuando tiene hambre o sueño, necesidad que es cubierta por los adultos que lo rodean.
A medida que nuestros niños y niñas crecen, las emociones van expresando otro tipo de necesidades (justicia, amor, protección…) que también merecen ser cubiertas, pero para ello tienen que ser comprendidas, tanto por el niño como el adulto que lo acompaña en su desarrollo. Esta comprensión, junto con una previa identificación de las emociones, y una posterior aceptación y regulación se denomina Inteligencia Emocional.
En la actualidad, la educación en Inteligencia Emocional se ha convertido en uno de los objetivos transversales en el contexto educativo, favoreciendo el desarrollo de habilidades que permiten desde la infancia prestar atención a los propios sentimientos y los de los demás. Sin embargo, estas herramientas aprendidas en el colegio necesitan del apoyo en casa para que se generalicen al resto de contextos en los que nuestros hijos crecen y por tanto, sienten.
¿Cómo podemos ayudar la familia desde casa en el desarrollo de la Inteligencia Emocional? Principalmente, os proponemos ser modelo y guía de los niños y niñas para comprender y aceptar las emociones. No podemos pedir a nuestros hijos que entiendan y expliquen porqué están enfadados si nosotros no lo hacemos. Por eso, desde Gabinete Psicopedagógico IRIS, os queremos ofrecer recursos para desarrollar la inteligencia emocional tanto de los adultos como de los peques de la casa.
- Cuentos que permitan identificar las emociones. El famoso “Monstruo de colores” puede introducir a nuestros niños y niñas en el mundo de las emociones, adquiriendo vocabulario emocional que será fácil de recordar para nuestros peques ya que cada emoción está asociada a un color. De este modo, y teniendo en cuenta la dificultad que en ocasiones presentan nuestros hijos e hijas para explicar que le pasa, podremos ayudarlos a identificar cómo se sienten diciendo, por ejemplo, que creemos que se sienten “rojos” porque no han podido ir al parque por la lluvia. Existen muchísimos cuentos que nos ayudaran a fomentar el vocabulario emocional en nuestros hijos, así como a asociar esas palabras a expresiones faciales o sensaciones corporales y situaciones sociales que las desencadenan, tales como los cuentos de Tracey Morey (“Cuando me siento…”).
- Juegos para identificar, aceptar y regular las emociones. El juego siempre es el recurso estrella con los niños, así que para la educación emocional no podía ser menos. Aquí os proponemos dejad volar vuestra imaginación y la de los peques de la casa y crear juntos los juegos. Como recomendación, os sugerimos el uso de la mímica o de la representación para que experimenten y a la vez reconozcan las expresiones faciales asociadas a cada emoción. Un simple veo- veo al ir por la calle para identificar emociones en las personas que nos vamos encontrando o un bingo de emociones al ver una película podrían ser algunos de los ejemplos más simples.
- Identificar, expresar, aceptar y validar nosotros mismos nuestras emociones y las suyas.
Este quizás es el paso más importante en el camino a la identificación y regulación de las emociones, sobre todo de aquellas que nos resultan a los adultos un poco más difíciles de comprender cuando aparecen en los niños y niñas, como son la ira, tristeza o frustración.
Al hablar de las emociones, los niños y niñas observan cómo sus padres experimentan, expresan, viven las emociones y lo incorporan como ejemplos a seguir. Cuando ven que los adultos que los rodean se permiten estar alegres, enfadados y tristes y reciben una explicación acorde a su edad de qué sienten y que ha ocurrido para que se sientan así, los niños aprenden a expresarlo también.
Si a los padres os cuesta también un poquito poner palabras a las emociones, os recomendamos crear un espacio en casa dedicado a las emociones, como por ejemplo el buzón de las emociones o tarritos con botones de colores. Así, al final del día os proponemos “la asamblea de las emociones” en las que revisar las cartas dejadas en el buzón de las emociones o qué colores han estado presentes a lo largo del día. ¿Os animáis?