Mi hijo me desafía: ¿Qué puedo hacer?

 In Pedagogía, Psicología

La infancia es una etapa del desarrollo caracterizada por la adquisición de numerosas capacidades que suponen una prueba para nuestros hijos: primeros pasos, primeras palabras, control de esfínteres, entre otros, y que producen un salto importante en su autonomía. Comienza a explorar el mundo, tocan todo y a veces ponen en peligro su integridad física, rompiendo o destrozando cosas. Con este interés por conocerlo todo, comienzan las primeras prohibiciones por parte de los padres (“No se toca el enchufe”) seguidos de una reacción de frustración que desemboca en rabietas y negativismo. Estas prohibiciones conformarían las primeras normas y límites, que mantenidas a lo largo de desarrollo del niño/a y adaptadas a su edad, serían la base fundamental para prevenir o responder a las conductas desafiantes que aparezcan durante la infancia.

¿Qué hacemos si nuestro hijo/a nos desafía constantemente?

Entre los 2 y 3 años de edad, el “no” es su respuesta principal, siendo esta una reacción normal exploratoria y de aprendizaje. Sin embargo, estas conductas desafiantes pueden continuar a lo largo del desarrollo si el niño o niña no ha adquirido un conocimiento práctico de que pueden o no puede hacer, que desean pero no pueden hacer en el momento, que tienen qué hacer pero no les apetece…Todos estos conocimientos se adquieren desde pequeños, ante la presencia de normas y límites. Ya hemos nombrado en varias ocasiones la importancia de las normas, pero ¿conocemos realmente lo que son? O mejor dicho, ¿sabemos realmente su función y cómo deben ser para que sean efectivas?

Normas y límites: definición y características

Una norma define aquellas conductas que se pueden hacer y cuales no, teniendo en cuenta los valores familiares (respeto, esfuerzo, responsabilidad, bondad o sinceridad, entre otros).

Para que las normas sean efectivas, es decir, nuestro hijo/a las cumpla, tenemos que tener en cuenta varios aspectos que describimos a continuación:

  1. Edad del niño/a: ¿es capaz mi hijo de cumplirla? Para responder a esta pregunta, es necesario en primer lugar tener en cuenta las capacidades de nuestro hijo/a así como informarnos, sino tenemos referencias cercanas, de las edades a las que suelen por ejemplo, adquirir la autonomía para vestirse o como hemos nombrado antes, tener en cuenta si está en una etapa en la que predomina el no entre sus respuesta para perseverar en las indicaciones y no poner a prueba nuestra paciencia.
  2. Las normas deben ser concretas, claras y pocas para que el niño sepa que se espera de él. Por ejemplo, es muy recurrente el uso de la norma “portarse bien” cuando queremos instaurar unas normas básicas familiares. Sin embargo, este concepto es ambiguo e inespecífico ya que no describe una conducta en concreto. Para el niño “portarse bien” puede ser correr por todo el restaurante libremente porque puede hacerlo en casa, cuando el adulto se refiere a que debe estar sentado o esperar a salir a un lugar al aire libre para correr. Por tanto, una conducta concreta sería, “No puedes correr”. Incluso, aunque la tendencia nos suele llevar a indicar aquello que no deben hacer, podríamos poner en práctica dar conductas alternativas que puedan hacer ante esa prohibición. En el caso del ejemplo, una norma concreta y que especifica que puede hacer sería “Hay que estar sentado dentro del restaurante” y ofrecerle alternativas de entretenimiento que sean compatibles con estar sentado (ej. jugar a las adivinanzas).
  3. Por último, es necesario tener en cuenta en el cumplimiento de normas cómo transmitimos o informamos a nuestros hijos las normas. La mayoría de las veces recurrimos a repetir hasta la saciedad aquello que tienen que hacer, hecho que suele terminar en gritos o amenazas. De este modo, la norma pierde su función de autonomía ya que los niños tienen constantemente a los padres detrás indicándole aquello que tienen qué hacer o que no pueden hacer.

Una forma adecuada de informar a los niños sobre las normas es explicar previamente qué es una norma, cuáles hay que cumplir en la familia, así como concretar con ellos la consecuencia lógica y natural que tendrá sino cumple la misma. Un ejemplo de norma y consecuencia lógica sería: “Miriam, 8 años, está comiendo la merienda de pie y yendo de un lugar a otro del salón cuando una de las normas familiares es comer sentada. Su madre recuerda a Miriam con una pregunta, por ejemplo, “¿cómo comemos en casa?” para que Miriam recuerde la norma y si sigue sin realizarla recordarle la consecuencia que tendrá, en este caso, barrer las migas que ha dejado por el suelo”.

 

 

 

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