¿Eres el poli bueno/a o el malo/a?

 In Pedagogía, Psicología

Educar a un hijo es una de las tareas más bonitas y satisfactorias, pero difícil, que la vida nos brinda. Cuando pensamos, a lo lejos, en esa labor, imaginamos multitud de maneras de educar a los hijos; mediante técnicas que leemos, otras formas y estrategias que papás y mamás nos comentan, o incluso, basándonos en nuestra propia vivencia personal. Todo parece fácil, y que irá sobre ruedas, pero en algún momento toca toparnos con la realidad.

¿Cuál es la realidad? ¿Influye en el desarrollo de los hijos?

Existen multitud de realidades en cada familia. Progenitores que no comparten el mismo estilo educativo, familias separadas… Evidentemente el contexto y las circunstancias de cada familia afectan de un modo u otro en la conducta, en la capacidad para la adaptación y en el desarrollo emocional de los menores. Por ello, es importante, que los papás y mamás, independientemente de sus circunstancias personales (separación, incompatibilidad de carácteres) miren hacia un mismo lado con respecto a la crianza de sus hijos. Llegar a un acuerdo en estos aspectos, hace que preservemos el bien del menor, y esto debe primar, ante los egos y rencillas personales que se tengan entre parejas.

Los hijos/as, desde pequeños, necesitan crecer en un ambiente donde las normas, derechos, obligaciones y limites estén claros. Si los adultos no nos aclaramos y cada día les pedimos algo nuevo ( e incoherente con respecto a otra pauta educativa ya asimiliada), estaremos trasmitiéndoles un mensaje de inseguridad. Para que un niño se desarrolle sano y feliz debe sentir seguridad y protección y la manera de conseguirlo es estableciendo el mismo estilo educativo entre progenitores. Debe acabarse la historia de : “ En casa soy la poli malo y el papá el poli bueno” y viceversa. Esta situación lleva al menor al malestar y evidentemente, al deterioro de las relaciones parentales… O, incluso, en ocasiones, los hijos aprovechan estas situaciones de caos y desorganización para manejar a los padres y conseguir lo que desean. Por ello, los especialistas aconsejamos que los padres adopten un estilo educativo democrático-asertivo. Este estilo se caracteriza por aceptar al hijo como es, con sus defectos y capacidades. Brindarle afecto para que se sienta cómodo y seguro y se establezca una relación de comunicación paternofilial adecuada. Otorgar responsabilidades adaptadas a su edad para ir desarrollando su autonomía. Y, por último, dedicarles tiempo de calidad.

En definitiva, los padres, por el bien de su hijo, deben actuar como un mismo equipo, sin desautorizarse. La toma de decisiones comunes, respectar puntos de vistas, consensuar en privado, y, sobre todo, el ejemplo, hará que educar a los hijos no se convierta en un drama sino en toda una satisfacción.

 

 

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